lunes, 20 de noviembre de 2017

¡Mis manos sujetan!


¿Os imagináis?¡Que de cosas tomamos entre nuestras manos!

Doy un paseo por el campo, la playa, el río o el monte, como siempre con la cámara colgada y dependiendo de cada estación me puedo topar con mil bichitos y todos al alcance primero de mis ojos y más tarde, de mis manos.

Una preciosa libélula que salvé, quien sabe por cuántos días más, del parking de un supermercado, seguramente estaría calentándose al sol y algún coche le dio un golpe. La tome en mis manos, la llevé a un sitio más seguro y se dejó fotografiar. 
Luego, en otros días, vinieron más.





Una mañana de paseo por la playa, con la marea baja quedaron al descubierto zonas de piedras y agua, allí estaba el pequeño cangrejo al que tomé entre mis manos y fotografié.



Ese pequeñísimo caracol, que después de unos días de tormenta y agua, sale en busca del sol y cogí entre mis manos.




A este pequeño sapo, sí, un sapo bebé, me sorprendió mucho verlo.  Estaba junto a otros en un barrizal cerca del río.



Pequeños escarabajos de colores metálicos y los de siempre, los negros que parecen rinocerontes con sus cuernos.




Mis queridas mariposas de mil colores , éstas para pillarlas hay que saber el momento justo en el que después de un día frenético necesitan descansar y recuperar fuerzas para al día siguiente seguir revoloteando de aquí para allá.






Otros bichillos un poco raros para mi, las larvas de salamandras, este pequeño anfibio quedó en el suelo al retirar de un estanque una rama podrida por el agua, costó cogerla, resbala mucho y hay que ir con cuidado para no hacerle daño y devolverla a su hábitat.



Un día estando en el paraíso, campo de un amigo de Genalguacil y dispuestos a tomar un merecido almuerzo en el porche y  junto a la barbacoa también hay un fregadero metálico y ahí estaba ella, agotada de subir y resbalar,  la tomé en mis manos y la puse al sol, en 3 minutos, lo mínimo para calentar y tomar fuerzas, salió pitando entre las hojarascas.



No todos son animalitos, también coger por primera vez unos Craterellus cornucopioides o también llamados trompetas de la muerte o trufas de los pobres, en un sitio familiar, donde otras veces ni has reparado en ellos, tiene su encanto.




¡Quiero seguir teniendo animalitos o cosas bonitas en mis manos!